This review may contain spoilers
The K2 no me enganchó en ningún momento a lo largo de todo su primer episodio, ni siquiera a merced del segundo, y a esas alturas hasta pensé en la idea de pausar su visionado, pero me contuve por tres motivos: Ese “Yo no la maté” que escupe Anna en las calles de Barcelona me dió un escalofrío extraño y encendió un poquito mi curiosidad por sus primeros años, y lo vívido por Je Ha en Irak también tuvo su pega; pero fue el peculiar vínculo entre la empresaria Choi Yoo Jin y el político Jang Se Joon lo que me obligó a quedarme pegada en ese inicio tan accidentado. Pero el click definitivo llegó con el final del segundo episodio, ahí donde Je Ha le demuestra a Yoo Jin de qué tamaño es el rencor que guarda en su cabeza; que él ya no está para lealtades a banderas ni medallas en el pecho.
Choi Yoo Jin es una diosa, y de las grandes. De esas deidades temidas a las que hay que venerar y rendirle devoción cuando pasen a tu lado porque, si tienen ganas, te matan con la mirada sin pensarlo dos veces. Ella es la protagonista de la serie. Si ese era el objetivo o no de sus creadores eso ya es totalmente discutible, pero ella se roba cada escena con una grosería innegable y lo hace porque su trasfondo es más profundo y sus intenciones más explícitas. No olvidemos que es la esposa de un político. De perfil bajo y humilde pasado, pero con una personalidad que se intuye honesta, servicial y honrada. No deja de ser una fachada, claro está. Una actitud acartonada, previamente creada por el partido, para convertirlos a los dos (a él y a ella) en una pareja mesiánica que le haga ganar escaños en la Asamblea mientras dirigen el país con la mano izquierda. Porque si lo pensamos bien, Yoo Jin es el eje central de toda la historia; el punto único donde todos convergen, incluyendo a su propio esposo, que sólo es un títere puesto en escena para aparentar; para imaginar que todo está bien en ese tablero resquebrajado desde los cimientos.
Ella incluso se mantiene firme allí donde Park Kwan Soo se muestra tonto y cobarde. Con una flojera jodida y pastosa. Con una niñeria absurda que no cuadra con su edad. Él está solo en su camino a la presidencia (como si su Reina jamás hubiera existido), mientras Choi y Jang se juegan la cordura y el poco amor que les queda en la memoria para saciar una ambición que parece jamás mermar. Y no voy a esconder el hecho de que Jang Se Joon le faltó fuerza, pero por lo menos levantó la mirada y se contuvo íntegro donde su contrincante falló una y otra vez. Sin embargo es Choi Yoo Jin la que lo convirtió en el hombre que dice ser (para bien o para mal); a pesar de que él la usó para catapultarse en los cubículos de la política y se aprovechó del amor que le tenía para rodearse de gente poderosa y cínica. No deja de ser una estrategia estúpida; impulsada por una sed irracional de llenar su vacío existencial con eso, con algo tan mundano como el dinero y la posición social. Se Joon lo abandonó todo por un nivel profesional al cual al aspirar y la tristeza que un momento dado pudo haber sentido poco a poco la fue convirtiendo en ansias vagas; en realidades alternas donde pudiera ser alguien independiente; un hombre poderoso sentado en la cima de todos. Aunque sólo fuera para aparentar.
Sung Won es un niñato. Un malcriado, mimado y engreído muchachito que tuvo todo a sus pies y se la pasa bomba picándole las costillas a su media hermana sólo para divertirse un rato. Así fue como llegó a la presidencia del Grupo JB mientras que ella tuvo que dejarse las lágrimas en el camino para sentarse en su trono de cristal. Para ganarse a pulso y puesto lo que le tocaba por derecho. Aunque Sung Won se las da de intelectual, su astucia y temperamento no le rozan ni los talones a Yoo Jin y la templanza que recubre su rostro pétreo.
Escupamos la sinceridad que se resbalaba por la pantalla desde el primer episodio: Choi Yoo Jin estaba muy enamorada de Kim Je Ha. Pero muchísimo, oye. A un grado nauseabundo y enfermo, y sin embargo, sincero. Ella lo sabe, él lo sabe y nosotros lo sabemos. Por ellos dos me quedé pegada a la pantalla 16 episodios enteros. Por ellos estuve al filo de la ansiedad y por ellos me dolió cuando el drama llegó al final. Porque su vínculo fue muy extraño, pero genuino, y me atrevería a decir que incluso leal. Los dos tenían heridas profundas con cicatrices en la mirada, pero de diferentes orígenes y por circunstancias opuestas, y sin embargo fueron capaces de alcanzar un grado de comprensión que se transparentaba en un gesto, en un acto, en una frase. En el mismo nombre pronunciado con suma ternura por ella cuando le suplica que regrese con vida aunque él no sea capaz de matar a su acérrimo enemigo en aquella emboscada en la casa de seguridad. No guardaba Yoo Jin únicamente un amor maternal hacia Je Ha. Era un amor carnal; una tensión sexual que se respiraba hasta en su caminar. En esa sonrisa que le dedica justo antes de que las puertas del elevador se cierren frente a los dos. En esos momentos en los que ella era totalmente transparente. O cuando él intuye que algo anda mal en la reunión privada donde activó la alarma contra incendios y portó un paraguas para evitar que la golpeara la lluvia artificial (que suficiente tenía ya con los misiles que su familia le acaba de obsequiar) o justo después, cuando él le corrige la postura antes de salir y enfrentarse a la mierda de realidad que le espera en la superficie. Y lo curioso fue que éste no era un amor recíproco. Je Ha ya estaba muy perdido por Anna, pero guardaba hacia Yoo Jin un respeto por su persona que ella encontraba extrañamente agradable.
Porque a pesar de las decepciones que se le percibían en sus gestos todavía era un soldado recto. Un soldado verdadero. Pero el vínculo tan peculiar entre Choi Yoo Jin y Jang Se Joon fue más denso que el de ella y su guardaespalda. La tensión entre ambos nunca estuvo ahí y sin embargo era fácil percibir todas esas capas de experiencias amargas acumuladas en sus hombros. Ese cansancio perpetuo de aparentar ser la pareja perfecta frente un pueblo que se inclinaba ante su presencia. El autosacrificio de él en Cloud 9 fue la más grande y honesta prueba de amor que alguna vez le pudo ofrecer en toda su existencia. Fue también un acto de redención y disculpa por haberla tratado tan pésimamente mal y regodearse de ello en su cara (he hecho, era lo único que podía hacer; por todo lo demás estuvo atado de manos). Y no, no quiero justificar su actitud, ni señalar a ninguno. Los dos son unos enfermos de poder que prefirieron la muerte a renunciar a él. Su distorsión de la realidad, y la imagen que tienen de ellos mismos no dejan de resultar irónicas y deplorables. En ambos esa distorsión bizarra entre el odio y el amor se mezcló como una fórmula amarga que los acompañó en esa conmovedora despedida antes de refundirse en el infierno. Porque muy en el fondo sabían que se lo merecían.
Go Anna y Kim Je Ha son LA PAREJA de la serie ¿va? Se complementan. Están ahí para apoyarse en sus fallos y sus traumas. Ella por no haber visto tanto y él por haber visto demasiado. Ambos intentan encontrar su lugar en el mundo y se dejan el alma en ello, y la verdad es que se merecen el final bonito que tuvieron nada más porque ya se las habían visto muy negras en la vida como para aparte joderles más la existencia matando a uno de los dos. Ahora, creo que vale la pena señalar algo que se nota desde un comienzo y algunos parecen pasar por alto: The K2 no es un drama romántico; jamás se mueve por el ámbito sentimental sino por el de acción y política, así tal cual. Por eso se entiende que ésta pareja no sea la piedra angular de todo, sino un complemento. A pesar de que su felicidad sí fue una prioridad final, no deja de ser un recurso argumental. La fuerza de la historia recayó en los actores más veteranos y el trasfondo de éstos fue mucho más diverso y concienzudo que el de Anna y Je Ha. Y me alegro de ello, maldita sea. Aun así, su química fue adecuada y las escenas que compartieron juntos me parecieron de una ternura y una honestidad inmensas, lo cual nunca me cansaré de ver, a pesar de que creí que me costaría horrores alejarme de la imagen mental que tenía de Healer y sus personajes tan adorables. Sin embargo, admito que Anna jamás la sentí como protagonista, y eso fue en parte porque su personaje tardó mucho (muchísimo) en despegar, y cuando lo hizo siguió siendo muy tiesa, robótica y sumisa. No creo que el problema sea de Yoona, la chica que la interpreta, sino más bien de sus creadores. Anna, al igual que su padre, sólo fueron títeres de los hermanos Choi, que eran muy superiores a ellos respecto a astucia y posición. Y eso es algo que se entrevé desde un comienzo. Me hubiera gustado que brillara más por iniciativa propia, que no fuera únicamente una princesa en apuros esperando al caballero que la salvara de la bruja malvada y la sacara de ese castillo infernal en el que vivía recluida. Pudieron hacerla más valiente, menos traumatizada por las experiencias pasadas, aunque su actitud introvertida, junto con su fobia, concuerdan con su truculento pasado y la imagen de su madre muerta por sobredosis de somníferos y alcohol. Es Je Ha quien la saca de su prisión mental para recalcarle (y enseñarse a sí mismo) que se puede ser feliz en medio de ese calvario miserable. Fue una ayuda mutua y pausada que me pareció una delicia de ver.
El OST me ha parecido soberbio como pocos y posiblemente uno de los puntos más fuertes de la serie. Guarda la esencia y el equilibro perfecto entre lo clásico y la acción logrando así compenetrarse de manera estupenda entre cada escena con una fuerza descomunal para convertirse con facilidad en un protagonista más.
Jamás me quedó muy clara cuál era la relación personal entre la empresaria Choi y la jefa Kim pero oye, yo las shippeo desde el primer episodio. Me hubiera gustado que se profundizara más en su relación. En cómo ella llegó a ser su mano derecha. Ya sabemos que Yoo Jin nunca tuvo a muchas personas en su círculo cercano y las poquitas que estuvieron a su lado fueron miembros del selecto grupo de Cloud 9, así que su relación me pareció muy peculiar y extraordinaria.
Song Yoon Ah es mi líder espiritual. Así tal cual.
Choi Yoo Jin es una diosa, y de las grandes. De esas deidades temidas a las que hay que venerar y rendirle devoción cuando pasen a tu lado porque, si tienen ganas, te matan con la mirada sin pensarlo dos veces. Ella es la protagonista de la serie. Si ese era el objetivo o no de sus creadores eso ya es totalmente discutible, pero ella se roba cada escena con una grosería innegable y lo hace porque su trasfondo es más profundo y sus intenciones más explícitas. No olvidemos que es la esposa de un político. De perfil bajo y humilde pasado, pero con una personalidad que se intuye honesta, servicial y honrada. No deja de ser una fachada, claro está. Una actitud acartonada, previamente creada por el partido, para convertirlos a los dos (a él y a ella) en una pareja mesiánica que le haga ganar escaños en la Asamblea mientras dirigen el país con la mano izquierda. Porque si lo pensamos bien, Yoo Jin es el eje central de toda la historia; el punto único donde todos convergen, incluyendo a su propio esposo, que sólo es un títere puesto en escena para aparentar; para imaginar que todo está bien en ese tablero resquebrajado desde los cimientos.
Ella incluso se mantiene firme allí donde Park Kwan Soo se muestra tonto y cobarde. Con una flojera jodida y pastosa. Con una niñeria absurda que no cuadra con su edad. Él está solo en su camino a la presidencia (como si su Reina jamás hubiera existido), mientras Choi y Jang se juegan la cordura y el poco amor que les queda en la memoria para saciar una ambición que parece jamás mermar. Y no voy a esconder el hecho de que Jang Se Joon le faltó fuerza, pero por lo menos levantó la mirada y se contuvo íntegro donde su contrincante falló una y otra vez. Sin embargo es Choi Yoo Jin la que lo convirtió en el hombre que dice ser (para bien o para mal); a pesar de que él la usó para catapultarse en los cubículos de la política y se aprovechó del amor que le tenía para rodearse de gente poderosa y cínica. No deja de ser una estrategia estúpida; impulsada por una sed irracional de llenar su vacío existencial con eso, con algo tan mundano como el dinero y la posición social. Se Joon lo abandonó todo por un nivel profesional al cual al aspirar y la tristeza que un momento dado pudo haber sentido poco a poco la fue convirtiendo en ansias vagas; en realidades alternas donde pudiera ser alguien independiente; un hombre poderoso sentado en la cima de todos. Aunque sólo fuera para aparentar.
Sung Won es un niñato. Un malcriado, mimado y engreído muchachito que tuvo todo a sus pies y se la pasa bomba picándole las costillas a su media hermana sólo para divertirse un rato. Así fue como llegó a la presidencia del Grupo JB mientras que ella tuvo que dejarse las lágrimas en el camino para sentarse en su trono de cristal. Para ganarse a pulso y puesto lo que le tocaba por derecho. Aunque Sung Won se las da de intelectual, su astucia y temperamento no le rozan ni los talones a Yoo Jin y la templanza que recubre su rostro pétreo.
Escupamos la sinceridad que se resbalaba por la pantalla desde el primer episodio: Choi Yoo Jin estaba muy enamorada de Kim Je Ha. Pero muchísimo, oye. A un grado nauseabundo y enfermo, y sin embargo, sincero. Ella lo sabe, él lo sabe y nosotros lo sabemos. Por ellos dos me quedé pegada a la pantalla 16 episodios enteros. Por ellos estuve al filo de la ansiedad y por ellos me dolió cuando el drama llegó al final. Porque su vínculo fue muy extraño, pero genuino, y me atrevería a decir que incluso leal. Los dos tenían heridas profundas con cicatrices en la mirada, pero de diferentes orígenes y por circunstancias opuestas, y sin embargo fueron capaces de alcanzar un grado de comprensión que se transparentaba en un gesto, en un acto, en una frase. En el mismo nombre pronunciado con suma ternura por ella cuando le suplica que regrese con vida aunque él no sea capaz de matar a su acérrimo enemigo en aquella emboscada en la casa de seguridad. No guardaba Yoo Jin únicamente un amor maternal hacia Je Ha. Era un amor carnal; una tensión sexual que se respiraba hasta en su caminar. En esa sonrisa que le dedica justo antes de que las puertas del elevador se cierren frente a los dos. En esos momentos en los que ella era totalmente transparente. O cuando él intuye que algo anda mal en la reunión privada donde activó la alarma contra incendios y portó un paraguas para evitar que la golpeara la lluvia artificial (que suficiente tenía ya con los misiles que su familia le acaba de obsequiar) o justo después, cuando él le corrige la postura antes de salir y enfrentarse a la mierda de realidad que le espera en la superficie. Y lo curioso fue que éste no era un amor recíproco. Je Ha ya estaba muy perdido por Anna, pero guardaba hacia Yoo Jin un respeto por su persona que ella encontraba extrañamente agradable.
Porque a pesar de las decepciones que se le percibían en sus gestos todavía era un soldado recto. Un soldado verdadero. Pero el vínculo tan peculiar entre Choi Yoo Jin y Jang Se Joon fue más denso que el de ella y su guardaespalda. La tensión entre ambos nunca estuvo ahí y sin embargo era fácil percibir todas esas capas de experiencias amargas acumuladas en sus hombros. Ese cansancio perpetuo de aparentar ser la pareja perfecta frente un pueblo que se inclinaba ante su presencia. El autosacrificio de él en Cloud 9 fue la más grande y honesta prueba de amor que alguna vez le pudo ofrecer en toda su existencia. Fue también un acto de redención y disculpa por haberla tratado tan pésimamente mal y regodearse de ello en su cara (he hecho, era lo único que podía hacer; por todo lo demás estuvo atado de manos). Y no, no quiero justificar su actitud, ni señalar a ninguno. Los dos son unos enfermos de poder que prefirieron la muerte a renunciar a él. Su distorsión de la realidad, y la imagen que tienen de ellos mismos no dejan de resultar irónicas y deplorables. En ambos esa distorsión bizarra entre el odio y el amor se mezcló como una fórmula amarga que los acompañó en esa conmovedora despedida antes de refundirse en el infierno. Porque muy en el fondo sabían que se lo merecían.
Go Anna y Kim Je Ha son LA PAREJA de la serie ¿va? Se complementan. Están ahí para apoyarse en sus fallos y sus traumas. Ella por no haber visto tanto y él por haber visto demasiado. Ambos intentan encontrar su lugar en el mundo y se dejan el alma en ello, y la verdad es que se merecen el final bonito que tuvieron nada más porque ya se las habían visto muy negras en la vida como para aparte joderles más la existencia matando a uno de los dos. Ahora, creo que vale la pena señalar algo que se nota desde un comienzo y algunos parecen pasar por alto: The K2 no es un drama romántico; jamás se mueve por el ámbito sentimental sino por el de acción y política, así tal cual. Por eso se entiende que ésta pareja no sea la piedra angular de todo, sino un complemento. A pesar de que su felicidad sí fue una prioridad final, no deja de ser un recurso argumental. La fuerza de la historia recayó en los actores más veteranos y el trasfondo de éstos fue mucho más diverso y concienzudo que el de Anna y Je Ha. Y me alegro de ello, maldita sea. Aun así, su química fue adecuada y las escenas que compartieron juntos me parecieron de una ternura y una honestidad inmensas, lo cual nunca me cansaré de ver, a pesar de que creí que me costaría horrores alejarme de la imagen mental que tenía de Healer y sus personajes tan adorables. Sin embargo, admito que Anna jamás la sentí como protagonista, y eso fue en parte porque su personaje tardó mucho (muchísimo) en despegar, y cuando lo hizo siguió siendo muy tiesa, robótica y sumisa. No creo que el problema sea de Yoona, la chica que la interpreta, sino más bien de sus creadores. Anna, al igual que su padre, sólo fueron títeres de los hermanos Choi, que eran muy superiores a ellos respecto a astucia y posición. Y eso es algo que se entrevé desde un comienzo. Me hubiera gustado que brillara más por iniciativa propia, que no fuera únicamente una princesa en apuros esperando al caballero que la salvara de la bruja malvada y la sacara de ese castillo infernal en el que vivía recluida. Pudieron hacerla más valiente, menos traumatizada por las experiencias pasadas, aunque su actitud introvertida, junto con su fobia, concuerdan con su truculento pasado y la imagen de su madre muerta por sobredosis de somníferos y alcohol. Es Je Ha quien la saca de su prisión mental para recalcarle (y enseñarse a sí mismo) que se puede ser feliz en medio de ese calvario miserable. Fue una ayuda mutua y pausada que me pareció una delicia de ver.
El OST me ha parecido soberbio como pocos y posiblemente uno de los puntos más fuertes de la serie. Guarda la esencia y el equilibro perfecto entre lo clásico y la acción logrando así compenetrarse de manera estupenda entre cada escena con una fuerza descomunal para convertirse con facilidad en un protagonista más.
Jamás me quedó muy clara cuál era la relación personal entre la empresaria Choi y la jefa Kim pero oye, yo las shippeo desde el primer episodio. Me hubiera gustado que se profundizara más en su relación. En cómo ella llegó a ser su mano derecha. Ya sabemos que Yoo Jin nunca tuvo a muchas personas en su círculo cercano y las poquitas que estuvieron a su lado fueron miembros del selecto grupo de Cloud 9, así que su relación me pareció muy peculiar y extraordinaria.
Song Yoon Ah es mi líder espiritual. Así tal cual.
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